domingo, 19 de junio de 2011

Sueño volver a encontrarte

Los ojos más bellos sí existen, un día los conocí, a distancia, pero los coní.

Aquella mujer de blusa roja semi arrugada, de pantalón azul marino medio flojón, botas negras, raras, con la suela color marrón, un bolso negro, mediano de tamaño y un par de aretones ensortijados representando el volumen solar de aquel astro celestial cegador.

La mujer tenía la piel color cobriza, nariz respingada, casi perfecta. Un viejo moño en el cabello no ensucia tantos detalles deleitantes de toda la inmensidad de su piel, hermosa piel, hermosa mujer.

Sus ojos, benditos ojos, indescriptibles.

Aquí termina todo tipo de descripción, porque explicar cada característica – volumen, color, luminosidad, brillo, contraste, etc- de los preciosos ojos de aquella mujer, es un asesinato a la imaginación.

Todo terminó con un pequeño suspiro, pues fui tan imbécil al no preguntarle su nombre.

Después de tantos intentos tímidos por incitarme en el vaivén de su mirada, aquellos ojos creaban mares sobre los mares y luces sobre el cielo, que desde aquel día, menosprecia eternamente al sol.

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